Wednesday, November 22, 2017

Words in Books: Vamos a comprar mentiras

El tema de la salud es uno de los que nos provoca mayor ansiedad hoy en día, y especialmente el impacto que tienen nuestra alimentación y los productos que empleamos a diario en ella: ¿Son los huevos la perfecta proteína o son bombas de colesterol? ¿Si el niño merienda un Actimel no cogerá catarro en la guardería? ¿Es bueno el vino para el corazón o malo para el hígado? ¿Me producirán cáncer de mama los desodorantes con aluminio?  Todo el mundo parece tener una respuesta válida a estas preguntas, y dispuesto a compartirla generosamente con el resto de sus congéneres, aunque no le hayan preguntado su opinión o no tenga ni la más remota evidencia científica que la avale. 

Cada uno que se quede con la opinión que más le convenza, pero si os apetece buscar una respuesta desde la óptica científica, leed Vamos a comprar mentiras (2016). Fue una lectura iluminadora, y por ello tengo que dar muchas gracias a Jesús García por recomendármelo y prestármelo, pues si no seguramente me hubiese pasado desapercibido. ¡Mil gracias!

Sin andarse con medias tintas, con consejos equilibrados y basados en la ciencia (la buena, no pseudociencia ni mensajes engañosos) José Manuel López Nicolás nos revela a las empresas y los intereses que han creado y explotado nuestras preocupaciones, los reclamos publicitarios que se han aprovechado de nuestros miedos engañándonos en algunos casos, provocando el pánico en otras y determinando nuestras elecciones. 


“Desde hace muchos años las industrias alimentarias y cosmética han estado mintiendo descaradamente al ciudadano con el único objetivo de enriquecerse. Si a esto se une que como herramienta de engaño dichos sectores empresariales  utilizan la ciencia, uno de los mayores valores que tiene la humanidad, la gravedad de los hechos es aún mayor” (p.11)


Así, va desgranando las verdades y mentiras sobre los alimentos funcionales (“aquellos alimentos procesados que contienen ingredientes que desempeñan una función específica en las funciones fisiológicas del organismo humano, más allá de sus contenido nutricional” (p.18)), nos expone las artimañas del marketing pseudocientífico” (p.23) y nos presenta la reglamentación existente, así como el trabajo realizado por la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).

López Nicolás nos cuenta las cosas con mucha chispa y efervescencia, buscando respuestas a las preguntas cotidianas que nos asaltan cuando elegimos productos para nuestra cesta de la compra. Nos  dice verdades incómodas. Analiza probióticos, prebióticos, leches enriquecidas, bebidas energéticas, pastillas de adelgazamiento, rímel, cremas, champús y moléculas que “están siendo demonizadas cuando en realidad nos aportan mucho más de lo que nos quitan” (el colesterol y la lactosa). Examina con lupa los eslóganes de la publicidad - el título de esta sección lo dice todo: Con colorantes, con conservantes, con mucha química y otras porquerías”. No se trata de generalidades, hay nombres propios: Activia, Actimel, Pascual Bifrutas, Monster, Red Bull, Rexona o las cremas del Mercadona entre otros. Habla de asociaciones o fundaciones que junto con los medios de  comunicación fomentan la cultura incientífica, el engaño y la mentira con publicidad encubierta, editoriales alarmistas y un fomento descarado de las pseudociencias.

Nos cuenta todo esto sin abrumar, para que los profanos en la materia vayamos asimilando sin sufrir una sobredosis de información. No alecciona, más bien nos lleva de la manita para que saquemos nuestras propias conclusiones, pero los zascas esperados caen a mansalva.


 “Prepárense porque en los siguientes capítulos voy a mostrarles ejemplos de alimentos que ustedes probablemente consumen de forma habitual y en los que esta práctica es muy corriente. Se indignarán” (p.33)

“… la denominada fast food o comida rápida. Sus comienzos llegaron con la hamburguesa que, al parecer, fue inventada por el dueño de un restaurante que se había quedado sin salchichas para dar de comer a sus comensales y decidió sustituirlas por carne de vaca picada” (p.16)


Estimados lectores, apliquen el sentido crítico cada vez que vean un logo de una fundación, sociedad o similar respaldando un producto alimenticio. Háganme caso” (p.171)

Pongámonos manos a la obra y recordemos la frase de Derek Curtis Bok, expresidente de la Universidad de Harvard: “ Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia” (p.178)

“La segunda característica que poseen los complementos alimenticios es la ineficacia de la mayoría para cumplir aquello que prometen” (p.231)


“Mientras en muchas partes del mundo hay investigadores que, poco a poco, van descubriendo las importantísimas rutas metabólicas implicadas en diferentes enfermedades, en otros lugares hay gente que se dedica a usar el nombre de la ciencia para “otras cosas”. Ustedes eligen con qué opción se quedan” (p.240)

“… el mundo de la cosmética, un sector donde la trampa, la mentira y las medias verdades están a la orden del día, el rigor científico brilla por su ausencia y el marketing pseudocientífico campa a sus anchas” (p.253)

“Estimados lectores, el hecho de que un producto tenga un buen perfil nutricional no significa que embadurnarnos de él nos vaya a proporcionar ninguna propiedad más allá de unas buenas (o malas) características organolépticas” (p.289)

Pero el libro no se limita a exponer una situación negativa, sino que propone soluciones: “una serie de mejoras, de iniciativas, de acciones que es necesario poner en marcha de forma urgente por parte de diferentes colectivos públicos y privados, para que los ciudadanos, cuando vayan a los centros comerciales, puedan estar seguros de que no se les está engañando” (p.13). Urge que haya coherencia en los estándares de los organismos oficiales evaluadores en diferentes países (p.62); que los/as consumidores/as nos informemos y hagamos elecciones basadas en el conocimiento, y que haya más divulgación científica.

“… la divulgación científica puede ejercer un papel fundamental para que la Ciencia sea respetada. Aunque muchos lo nieguen, y a veces se menosprecie el trabajo del divulgador, gracias a su labor y a la de las redes sociales se puede llegar a conseguir que el rigor científico se imponga a determinadas actitudes que menosprecian no solamente a la ciencia, sino también al consumidor” (p.286)

Las dos últimas secciones de “Cómo evitar un fraude en cinco cómodos pasos” y “Los siete pecado(re)s capitales del fraude pseudocientífico” son mis favoritas y utilísimas si queremos saber si un alimento o complemento alimenticio cumple lo publicitado. 


“He intentado suministrarles herramientas para que su compra, a partir de ahora, se base en el rigor científico y no en falsas campañas comerciales” (p.360)



“Espero haber inculcado en ustedes un espíritu crítico hacia muchas de las propiedades publicitadas en los alimentos y cosméticos” (p.360)


Queda mucho trabajo por hacer y López Nicolás es muy claro: “o combatimos la mentira desde diversos frentes o la batalla contra el fraude no acabará bien” (p.361). Para empezar a combatir la mentira, no está mal leerse el libro, por lo menos para mirar la publicidad con un poco de escepticismo y para tomar decisiones (un poquito más) informadas.

Para saber más:

Blog Scientia, de José Manuel López Nicolás: "un blog científico en el que podréis ver las novedades científicas que, a mi modesto entender, me parezcan interesantes, pero donde también habrá sitio para la historia de la ciencia, las curiosidades científicas y, como no, para el humor"

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