Friday, November 10, 2017

Books in Books: El amante de las librerías

¿Recordáis esta escena de La bella y la Bestia (1991), la película de Disney, en la que la Bestia le regala una biblioteca a Bella?



Vaya gesto tan hermoso: regalar un lugar fascinante que acoja volúmenes y volúmenes de libros que esconden refugios secretos para cuando la realidad se hace un poco menos soportable. Las librerías y las bibliotecas son esos lugares y tanto en mi ciudad, como cuando viajo, son de obligada parada para tomar fuerzas y aliento. Esta es también la idea que se plasma en El amante de las librerías (2011), una joya de pequeño tamaño pero profundo calado. 

El librito lo encontré en un café-librería cuidado que integra además de libros, cocina mediterránea y cócteles: la Context en Girona, que descubrimos gracias a la recomendación de Esmeralda Quiroga (¡gracias, Esmeralda!).




Lo compré porque aparte del título, que enamora a cualquiera que ame los libros, Mari Ángeles (de cuyo blog y perfil de Instagram os hablé aquí) había puesto una sugerente cita acompañando una de sus magistrales fotografías y me lo anoté en mi lista de "Para comprar".


Claude Roy, el autor, fue un poeta, narrador, ensayista, memorialista y crítico de arte francés. El libro es una invitación a un paseo. Un itinerario hacia el mercado de Buci, que está lleno de librerías, incitándonos al dulce placer de comprar libros, aunque Roy tiene que ejercer mesura, dado que vive "en el tercer piso, sin ascensor, y ya no pued[e] llevar paquetes demasiado pesados" (p.7).

Los evocadores perfumes del té, café molido fino, melón de Charente y pan rústico se elevan "en ofrenda hacia las mesas y estanterías, donde meditan las cosas buenas para saber, el concilio de los libros" (p.11). El ambiente es propicio para las confesiones, y Roy va abriéndose a nosotros: venera las bibliotecas, "lugares de descanso de toda la memoria del mundo" (p.15), pero más aún, ama las librerías, por las galaxias de libros que las habitan, por las conversaciones que pueden surgir en ellas y porque son "el máximo de obsequiosidad en el mínimo de lugar" (p.36). Nos desvela sus refugios secretos: Shakespeare and Company o la Maison des amis des livres, entre otros; y sus libreros, Sylvia Beach, o la dulce y huraña Adrienne Monnier.

En un arrebato final de sinceridad, nos confiesa que por encima de todo, ama los libros, porque "el amor a los libros puede ser más fuerte que el gusto por una vida que se viera privada de ellos" (p.25):

"Me gusta que los libros compartan mi vida, me acompañen, callejeen, trabajen y duerman en mi compañía, se rocen con las venturas del día y los caprichos del tiempo, acepten citas conmigo a horas "imposibles", ronroneen con la gata al pie de mi cama, o se arrastren con ella en la hierba, doblen un poco la punta de sus páginas en la hamaca de verano, se pierdan y se encuentren de nuevo" (p.16)

El alegato concluye con una máxima contundente que podría ser el lema de cualquier bibliófilo/a y que nos viene al pelo en el día de hoy, 10 de noviembre Día de las Librerías

"El dinero no hace la felicidad, pero ayuda a comprar libros" 

(p.18)

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