Wednesday, May 18, 2016

Letters in Books: Cartas Marie Curie y sus hijas

Marie Sklodowska (más tarde Curie, 1867-1934) es conocida por su faceta profesional: de origen polaco, licenciada en La Sorbona (doctorada en 1893), galardonada con el Premio Nobel de Física en 1903 junto con su marido Pierre Curie por sus estudios sobre la radiación y ocho años más tarde (1911) con el Premio Nobel de Química por el descubrimiento del radio y el polonio (la primera persona en la historia merecedora en dos ocasiones de dicho galardón).

Menos conocidas son sus hijas: su hija mayor Irène (1897-1956), que junto con su marido, el investigador Frédéric Joliot (1900-1958), obtuvo el Nobel de Química en 1935 por el descubrimiento de la radiación artificial; y Éve (1904-2007), la segunda hija del matrimonio Curie, pianista, crítica de música, periodista, corresponsal de guerra, escritora y longeva. Ève vivió 103 años al contrario que su madre (66), su hermana (58) y su cuñado (58), que fallecieron a causa de la radiactividad en la que habían trabajado para cambiar la ciencia y la medicina por siempre jamás.

Pero el libro Cartas Marie Curie y sus hijas (2015), traducido por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego, se aleja un poco de la faceta profesional de las tres mujeres para centrarse en el círculo familiar de Marie y sus hijas. Recopila más de 200 epístolas entre madre e hijas que cruzaron a lo largo de 30 años fronteras, mares y frentes de guerra entre 1905 y 1934 (cuando murió Marie) y nos descubren tres personalidades femeninas admirables por su brillantez, fortaleza e independencia, ligadas entre sí por un intenso cariño y amistad más allá de los lazos familiares. Ya que Marie estaba ausente muchas veces debido a sus conferencias, madre e hijas se enviaban notas casi a diario, y estas 200 cartas son sólo una muestra de las más de 1.000 que aún se conservan.



La primera misiva es una postal que firma Marie Curie desde Estocolmo, donde se encuentra la pareja para el discurso de aceptación del Premio Nobel de Física. La destinataria es Irène, que en ese momento tiene ocho años.

"Marie á Irene
de Estocolmo a París, bulevar de Kellermann nº 108
6 de junio de 1905

Le mando un beso muy fuerte a Irène, mi niña, con el ruego de que le envíe otro de vuelta a su hermanita.
Mé" (p.13)


A partir del año siguiente, la correspondencia con su hija mayor se va haciendo más regular en la época estival. Irène pregunta por su palmera, los melocotones del jardín, le cuenta sus progresos en natación, le envía la resolución de problemas (Marie se encargaba de enseñarles matemáticas) y le pide información ("Pido a voces un resumencito sobre las derivadas", p.18), o se queja de sus exigencias, como en este extracto:

"Irène a Marie
Zakopane
verano de 1911

Dulce Mé:

Ayer recibí una carta para mí  y otra para nosotras dos.

Me parece que es un poco tarde para decirme que cambie una letra con la que ya me he quedado. Pero bueno, lo intentaré aunque por mucho que incline el papel, me cuesta mucho no escribir recto.

Además, yo creo que mi letra gruesa queda más bonita recta que inclinada. (...)" (p.21)

La pequeña, Éve, inquiere continuamente a su madre cuándo volverán a verse, mientras le hace partícipe de sus lecturas, sus progresos en la natación y sus estudios.

Estas primeras cartas son verdaderamente entrañables, como cuando Ève escribe: "¡Dulce Mé! Ago todos los dias gimnasia por la mañana y por la tarde luego ago musica y después lectura y escritura. No tengo ningun amiguito pero boy a tenerlos me gustaria mucho saber cuando bas a venir. Te mando un beso" (p. 20) o este otro extracto de una carta de Irène: "Cuando veo el sol que brilla en el cielo y hace unos reflejos tan bonitos en el agua de los arroyos, pienso que todo eso sería mucho más bonito si tuviera a mi lado una Mé tan dulce mirándolo" (p. 21).

Hacia 1912, las niñas son más locuaces, sobre todo Irène, la mayor, que tiene 15 años y estudia por su cuenta inglés y alemán "para poder leer a Shakespeare y a Minna von Barnhelm" (p. 27).

Los progresos son evidentes y Marie, en otra carta, la felicita por el buen estilo de su escritura aunque le dice que, "por desgracia, la letra y la ortografía siguen dejando mucho que desear" (p.28). La primera mujer en recibir un Nobel y la primera persona en recibir dos, no pierde de vista la educación de sus niñas y junto con un beso con todo su corazón, les manda problemas de álgebra o procedimientos de construcción de elipses.

En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y Marie se queda en París primero, en los locales nuevos del Instituto del Radio, y después equipa los primeros coches radiológicos y hace un viaje a Burdeos para poner a buen recaudo el radio del laboratorio. Las cartas de Marie y sus hijas circulan con mayor dificultad y se hacen más técnicas a veces con Irène, sobre todo cuando ésta se une a la flotilla de ambulancias con rayos X que lleva por los hospitales del frente. Mientras, Éve sigue con preocupación las noticias de la guerra y de los bombardeos de París. Marie Curie se queja en sus cartas del cansancio que la postra algunas veces, pero aún así da ánimos a sus hijas "No perdáis la calma. Estad tranquilas y sed valientes" (p.52).

Marie comparte con sus hijas sus éxitos: "¡Te asombrará saber que tu madre no se conforma con quedarse callada, sino que toma la palabra con bastante frecuencia (...)! "(p.166), y sus opiniones de la gente que conoce "El brasileño y el indio son desde luego los dos más guapos de la reunión" (p.167). Accede a sus caprichos, como cuando Ève le pide que le lea una de sus cartas al gato y le cuente su reacción. Pero también se pone nuevos retos y aprende de ellas: "En cualquier caso, ahora soy la única de nosotras que no se tira al agua de cabeza lo cual no deja de infundirme deseos de probar un día de estos" (p.138). 

Personalmente, me fascina la correspondencia entre Marie e Irène, pues se ve la evolución desde una relación de adoración madre-hija a una relación de iguales. En algunas de las cartas, así lo expresa Marie: "Siento has qué punto eres ya para mí una compañera y una amiga" (p.65); "Ya sabes, niña mía, que eres para mí una amiga excelente y que me haces la vida más fácil y más dulce" (p.134). Marie consulta a Irène sobre compras de terrenos o decisiones económicas de la familia. Por otro lado, Irène tiene un carácter arrollador, extrovertido, directo y exigente - empieza una de sus cartas a su madre: "Querida mía: He recibido la postal que me escribiste el 14 y que me tiene desesperada. Resulta que no has entendido en absoluto mi carta del 6 de septiembre" (p.67) o en otra dice: "He vuelto a calcular la presión y para el caso en que no se conozca la distribución de las velocidades. Quiero más ejercicios, por favor" (p.92).

Las tres son mujeres detallistas que se preocupan las unas por las otras, se dan consejos, se ayudan, se envían caramelos, fruta escarchada o postales. Marie, como madre, nunca olvida recordarles a sus hijas cuánto las quiere: "En verdad que sois para mí una gran riqueza y deseo que la vida me tenga reservados aún con vosotras unos cuantos buenos años de mi vida en común" (p.118); "Nunca podré hacerte ningún regalo que valga tanto como el que me haces tú a diario con la confortación que me aportan tu hermosa juventud, tu alegría de vivir y de trabajar y también el afecto que le tienes a tu madre. Bonita mía, te bendigo desde lo más hondo del corazón por lo que eres y por lo que serás y ojalá seas tan feliz como deseo y espero" (p.121). 

Disfrutan de su trabajo pero también de la vida: de pasear por el bosque, trabajar en el jardín, bañarse en el mar, escuchar el trino de los pájaros o contemplar un cielo estrellado, y no dan por sentado ninguno de esos placeres, pues los comparten siempre en sus cartas con las demás - es lo que ellas llaman "acumular salud"


El libro además de las 200 cartas, contiene fotografías de las tres, copias de algunas cartas manuscritas (ver fotografías abajo) y una breve biografía de Marie Curie-Slodowska, Irène Joliot-Curie y Ève Labouisse-Curie.


Carta de Ève a Marie
Carta de Marie a Irène
Carta de Irène a Marie


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